El verano es por muchos jóvenes la época más ansiada del año, marcada por días soleados, tiempo libre y descanso
Sin embargo, detrás de esta aparente tranquilidad estival, se esconde un escenario preocupante: el aumento del consumo de drogas y alcohol.
Aunque no existen mediciones concretas que respalden este incremento, diversos factores y razones podrían explicar por qué durante la época estival podrían dispararse los índices de consumo de sustancias psicoactivas.
Una de las razones fundamentales es la relajación propia de las vacaciones. Los jóvenes, liberados de la presión escolar y laboral, se sumergen en un ambiente propicio para la experimentación. Las salidas se vuelven más frecuentes y los límites de horario se diluyen, brindando a los jóvenes mayor flexibilidad en sus actividades nocturnas.
A esto se le suma el acceso casi ilimitado a redes sociales e internet, facilitando la conexión con vendedores y la adquisición de sustancias de abuso. La conjunción de tiempo libre, fácil accesibilidad y una menor supervisión, sin duda, genera un terreno propenso al aumento en el consumo de drogas.
Asimismo, en los últimos años, ha surgido una tendencia preocupante con la aparición de nuevas sustancias que han ido ganando popularidad. El Nbome, tussy, ketamina, fentanilo, psilocibina, burundanga y catinonas sintéticas se han incorporado al repertorio de drogas de abuso en Chile. En la misma línea, drogas clásicas como LSD y éxtasis, que tuvieron su auge en las décadas de los 60 y 70, han experimentado un resurgimiento entre los jóvenes.
Fenómeno que también se ve agravado por el hecho de que drogas tradicionales, como la marihuana y la cocaína se consumen de distintas y nuevas formas, aumentando el riesgo de intoxicación. Es más, hace algunas semanas, Senda difundió un resumen del Observatorio Nacional de Drogas, el cual se lleva a cabo cada dos años. En dicho informe se reveló que el consumo de marihuana en el último año se mantuvo constante en un 10,9%. Por otro lado, el uso de cocaína regresó a los niveles previos a la pandemia, situándose en un 0,9%, mientras que el consumo de pasta base permaneció en un 0,3%, una cifra que apenas ha experimentado variaciones significativas desde 2010.
Por las características químicas de estas drogas, cada una de ellas generan diversos efectos en el organismo, afectando el circuito del placer o de recompensa, ubicado en el cerebro, causando el efecto de droga recreacional. Desde alucinaciones hasta problemas cardiovasculares, los riesgos asociados al consumo son variados y peligrosos. La mezcla de estas sustancias y su consumo inadecuado pueden desencadenar cuadros de intoxicación graves, poniendo en riesgo la salud y la vida de quienes las consumen.
Considerando estos riesgos, es muy importante que padres y cuidadores puedan identificar cuando se está en presencia de una sobredosis. Signos como cuadros psicóticos, cambios en las pupilas, alteraciones en la temperatura corporal y problemas cardíacos deben alertar sobre una posible intoxicación. En caso de enfrentarse a una situación así, la contención física y emocional es esencial, junto con la evaluación de signos vitales. Nunca se debe inducir el vómito de manera intencional, y es imperativo trasladar al afectado de inmediato a un servicio de urgencias.
En nuestro país, la Ley Nº 20.000 establece las penas asociadas al tráfico ilícito de psicotrópicos y estupefacientes. Esta sanciona a las personas que elaboren, fabriquen, transformen, preparen o extraigan sustancias o drogas estupefacientes o psicotrópicas ilegales. También se sanciona a quienes tengan en su poder elementos, instrumentos, materiales o equipos comúnmente destinados a la elaboración, fabricación, preparación, transformación o extracción de las sustancias o drogas ilegales. Y a quienes las trafiquen.
No obstante, estos esfuerzos legislativos no son suficientes si no subrayamos las estrategias de prevención y educación comunitaria para hacer frente a esta problemática: Reforzar las redes de apoyo, promover campañas públicas de concientización y llevar a cabo acciones de forma constante y oportuna se revelan como medidas fundamentales para contrarrestar el incremento del consumo de drogas, tanto durante la temporada estival como todo el año.