La idea de algunos parlamentarios de eliminar o reducir la multa a quienes no voten en las futuras elecciones tácitamente promueve la no participación ciudadana, lo que sería sumamente grave para la representatividad de nuestras autoridades
Si lo que se espera con ello es obtener una ganancia electoral (bastante simplona y cortoplacista), sirviéndose de la apatía electoral, el diagnóstico es evidentemente erróneo y confirma la desconexión que tanto se le critica a nuestros representantes en el Congreso.
La mayoría de las personas que se abstienen de votar no tienen una afiliación política definida. En el pasado, cuando el voto era obligatorio con inscripción voluntaria, simplemente no se inscribían. Con el voto voluntario, se abstenían, y ahora, con el sufragio obligatorio e inscripción automática, suelen votar en contra del establishment y sus promesas incumplidas. Este comportamiento electoral no favorece a un sector específico sobre otro.
Esto queda demostrado, además, en los procesos constitucionales recientes, en tanto, votaron “Rechazo” en el primer plebiscito: identificado con a la izquierda, y luego, en el segundo referéndum, “En contra” de la propuesta representativa de la derecha. El desafío es trabajar de cara a la ciudadanía, generando un vínculo real y comprometido con ellos y no exclusivamente con sus tradicionales electores.
Es fundamental que nuestros representantes entiendan que la clave para una democracia saludable radica en incentivar la participación activa y consciente de la ciudadanía, y no lo contrario. Se necesita robustecer la representatividad y dejar de lado medidas efectistas, que a todas luces son contraproducentes.
Felipe Vergara Maldonado
Analista Político
Universidad Andrés Bello