Este novedoso condimento proviene del canelo, árbol sagrado del pueblo mapuche, y se ha convertido en el caballito de batalla de la empresa Melimei, del pequeño agricultor y antropólogo Patricio Varas.
Patricio Eduardo Varas Schnake jamás imaginó que gracias a los ruidosos loros choroy que revoloteaban en los bosques de su predio en Ancud, Chiloé, donde vive hace tres décadas, iba a descubrir un producto único, nuestro y, hasta hace poco, desconocido. Se trata de la pimienta austral, un condimento que ha causado sensación en la ExpoMilán y que proviene del fruto del canelo, árbol sagrado del pueblo mapuche y que crece en gran parte del territorio nacional, desde la Región de Coquimbo hasta Tierra del Fuego.
De profesión antropólogo y de espíritu emprendedor, Varas se exilió en Francia luego de ser detenido en Concepción, donde estudiaba, tras el golpe militar del 73. Allá se fue a vivir al campo e hizo su memoria sobre el mundo rural, el que rápidamente lo cautivó. Finalizada la “beca del general”, como la llama él, regresó a Chile en 1982 y de inmediato cruzó el Canal de Chacao para instalarse en Chiloé -tierra que había conocido de niño en unas vacaciones familiares- e iniciar una nueva vida.
Una vez arranchado en Ancud, ciudad con poco más de 40 mil habitantes, Varas se dio a la tarea de trabajar en las faenas típicas del mundo campesino, de la mano de las juntas de vecinos y las comunidades indígenas, “siempre muy integrado con el medio y promoviendo la sustentabilidad de los recursos”. Durante varios años fue secretario de la Asociación de Pequeños Productores de Chiloé (APACH) e incursionó en distintos rubros agrícolas con variada suerte.
Después de pequeños logros y grandes fracasos, Varas decidió apostar por los nichos gourmet y hace nueve años descubrió el que hoy es el caballito de batalla de su empresa Melimei, ubicada en la Bahía de Manao, en el extremo norte de la isla grande: La pimienta austral. “Me llamaba mucho la atención cómo los loros hacían escándalo y se tiraban de cabeza sobre los frutos de unos canelos que hay en el camino a mi casa para comer las pepas, y pensé que no podía ser tan malo”, comenta.