Columna de opinión de Giovanna Amaya Peña, Seremi del Medio Ambiente, Región de O’Higgins, Ing., MSc., M.B.A, PhD ©
En la región de O’Higgins, la protección del medio ambiente no solo es una tarea del presente, sino también una responsabilidad hacia las generaciones futuras. En este contexto, es fundamental analizar y fortalecer la educación ambiental, explorando las diferentes iniciativas y programas que buscan preservar y mejorar nuestro entorno. Tanto la formación y la participación ciudadana emergen como pilares esenciales para enfrentar las tres crisis que enfrentamos a nivel mundial: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación que amenazan nuestro entorno.
Los programas de certificación ambiental de municipios (SCAM) y de establecimientos educativos (SNCAE) desarrollados por el Ministerio del Medio Ambiente en todo el territorio nacional, desempeñan un papel vital en la construcción de comunidades más sostenibles. La región de O’Higgins posee 19 municipios y 147 establecimientos educacionales certificados ambientalmente, tanto colegios como jardines infantiles. En este sentido, estamos trabajando arduamente en incentivar a los municipios y escuelas a obtener y mantener certificaciones ambientales, garantizando prácticas ecoamigables en las comunidades y educación ambiental integrada en el currículum (para el caso de establecimientos educacionales).
Adicional a estas iniciativas, el Ministerio del Medio Ambiente año a año, lanza los Fondos de Protección Ambiental para implementar proyectos ciudadanos que promueven la sostenibilidad y la conservación en diversas áreas. Estos fondos permiten financiar iniciativas locales de alto impacto que aborden desafíos ambientales en la región, tal es el caso de composteras comunitarias, que son ejemplos tangibles de cómo la participación ciudadana puede tener un impacto directo, como la gestión de residuos, la creación de conciencia sobre la importancia de reducir nuestra huella de carbono y la promoción de la economía circular. También existen casos de financiamiento de proyectos de monitoreo comunitario de calidad del aire, que informan a los residentes sobre los riesgos, promueven cambios de comportamiento en las personas y presionan por políticas públicas más estrictas. En cuanto a biodiversidad, tenemos casos de formación ambiental en humedales, donde la educación en estos entornos preserva la biodiversidad única y fomentan un profundo respeto por los servicios ecosistémicos que ofrecen.
Actualmente, la ratificación del Acuerdo de Escazú por parte de Chile representa un compromiso significativo con la transparencia, la participación pública y el acceso a la información en asuntos ambientales. Este acuerdo debe ser un catalizador para fortalecer la participación ciudadana en la toma de decisiones ambientales y promover una gestión ambiental más inclusiva y efectiva.
En este sentido, necesitamos una ciudadanía comprometida con la causa para enfrentar los retos ambientales actuales y futuros, por ello la formación de líderes ambientales es esencial, a fin de comunicar de manera efectiva la importancia de la acción colectiva, fomentar la participación ciudadana en proyectos sostenibles y comprender la ciencia detrás de los desafíos ambientales (lo que facilita la transmisión de este conocimiento a la comunidad que representan), más aún en el escenario climático actual, donde la formación de líderes ambientales también implica desarrollar habilidades de resiliencia y adaptación. Es por ello que recientemente, lanzamos el Fondo de Protección Ambiental “Programa Modelo para la formación de líderes ambientales comunitarios”, un llamado especial y programa piloto para la región de O’Higgins, que permitirá capacitar a los actores y líderes comunitarios en asuntos ambientales, así puedan convertirse en agentes de cambio, promoviendo la conciencia ambiental y la adopción de prácticas sostenibles en todos los aspectos de la vida cotidiana junto con sus comunidades.
La educación ambiental en la región de O’Higgins es una inversión a largo plazo en la salud de nuestro entorno y en la calidad de vida de las generaciones futuras. Al aprovechar los recursos disponibles, implementar certificaciones ambientales y formar líderes en temas cruciales, podemos construir un futuro más sostenible y resiliente para Chile, pero principalmente para nuestra región de O’Higgins.