La salud mental era considerada hace algunos años el “pariente pobre” de la salud. Sin duda que esta mirada ha ido paulatinamente cambiando a raíz de la nueva epidemia en la que se han transformado los problemas de salud mental,
Gatillados muchos de ellos debido a la pandemia reciente, potenciados por el estilo de vida y de comunicación que como sociedad hemos instaurado, así nos indica Paula Espinoza Paredes, Académica de Enfermería, Universidad Andrés Bello, Concepción.
En tal sentido, cada año, a propósito del día mundial de la salud mental, tenemos la oportunidad de detenernos y reflexionar respecto a estos desafíos. En esa línea, el lema de este año ha relevado el enfoque de derechos, haciendo hincapié en que los países deben garantizar un estado que proteja a las personas, promoviendo su bienestar; que todas las personas en el mundo debiesen poder acceder a la atención de salud mental que requieran y que quienes padecen alguna patología no debiesen ver mermados sus derechos.
Sin duda que tenemos un largo camino aún para llegar a cada una de esas metas, partiendo por nosotros mismos y entendiendo que quienes tienen padecen un problema de salud mental no son culpables de ello y no pueden salir adelante por si solos, y, por el contrario, requieren el apoyo de la comunidad que les rodea.
La empatía, la comprensión, pero por sobre todo el conocimiento que minimice la discriminación, son grandes herramientas para caminar cada día hacia una sociedad más amigable con quienes sufren hoy, para acompañarlos y para entender que una comunidad saludable permite el crecimiento de todos en su conjunto.
Bajo esta mirada que bien nos hace detenernos y pensar como cada uno de nosotros puede aportar hacia ese andar.