Según especialistas, un mal sueño puede tener un impacto no solo en tu energía diaria, sino que puede afectar tu sistema inmunológico y desencadenar distintas enfermedades
En un mundo cada vez más acelerado y exigente, la falta de sueño se ha convertido en un problema generalizado que afecta a millones de personas en todo el mundo. Más allá de simplemente sentirnos cansados durante el día, la privación del sueño tiene consecuencias significativas para nuestra salud física, mental y emocional.
El académico de la Escuela de Enfermería de la UNAB y máster en Salud Mental, Juan Videla, explica que, funcionalmente, el sueño es imprescindible, puesto que “permite conservar nuestra energía, optimizar nuestra concentración, consolidar la memoria, mejora nuestro rendimiento intelectual al día siguiente, elimina los radicales libres acumulados en el día, favorece la regulación metabólica y endocrina y optimiza la activación inmunológica”.
Por lo tanto, ¿qué pasa con nuestro cuerpo cuando dejamos de tener un sueño reparador?
Según el docente, un trastorno del sueño impide conseguir un sueño reparador, en cantidad o calidad, e incide negativamente en nuestra salud provocando somnolencia diaria con el riesgo de accidentes, falta de concentración, cefalea, fatiga, etc.
“La función cognitiva se ve afectada por la falta de sueño lo que se traduce en una menor velocidad psicomotora y cognitiva, disminución de la atención, alteración del estado de alerta, menor memoria de trabajo, por otro lado, cambios emocionales importantes que inducen a estado de ánimo bajo, depresión y mayor cansancio” explica.
Efectos a largo plazo
Una falta crónica de sueño provoca que nuestro cerebro quede con una “deuda de sueño” -explica Videla- la cual se acumula a lo largo del tiempo y afecta a largo plazo pudiendo desencadenar enfermedades tales como: diabetes, enfermedades cardiovasculares, hipertensión, obesidad y cuadros depresivos.
De la misma manera, nuestro sistema inmunológico también se ve directamente afectado cuando empezamos a tener problemas con el sueño. Esto es porque cuando dormimos unas sustancias llamadas citocinas se liberan para ayudar a promover el sueño. Por ejemplo, explica el docente, “en cuadros infecciosos, inflamatorios o frente al estrés, las citocinas deben aumentar para evitar los efectos nocivos, por lo tanto, la falta de sueño puede disminuir la producción de citocinas que nos protegen”.
Más aún, nuestros anticuerpos y las células que nos ayudan a combatir infecciones ven disminuida su producción en aquellos períodos donde no dormimos lo suficiente.
Estrategias para mejorar la calidad de sueño
Los estudios actuales se dirigen hacia la realización de una serie de prácticas que ayuden a cuidar la cantidad y calidad del sueño, lo que se conoce hoy como higiene del sueño. Estas prácticas buscan modificar las conductas que impiden un sueño adecuado.
A continuación, el académico de la UNAB entrega algunas recomendaciones para mejorar la higiene del sueño:
- Se sugiere, según la OMS, dormir ocho horas diarias.
- Generar un ambiente propicio al ir a la cama, es recomendable utilizar una luz tenue para promover un ambiente relajante y adecuado para dormir.
- Es importante evitar el consumo de alimentos, bebidas estimulantes y tabaco al menos dos horas antes de acostarse.
- Evita realizar ejercicio intenso de 2 a 3 horas antes de dormir, ya que puede dificultar conciliar el sueño.
- Limitar la exposición a estímulos como el uso de dispositivos electrónicos antes de dormir.
- Planifica el día siguiente y evita actividades que generen angustia o ansiedad.
“Siguiendo estas recomendaciones para mejorar tu capacidad para un buen dormir, disminuirá tu estrés y cuidarás de tu cerebro, lo que te proporcionará un bienestar a nivel emocional y mental. Como resultado podrás prevenir enfermedades y lograrás dormir bien, mejorando así tu calidad de vida” concluye el enfermero docente.