Con el dolor de mi alma, creo que ha llegado el tiempo de adoptar determinaciones
Se extraviaron las confianzas y emergió la desidia. Ese amor relámpago que nos tuvimos ya no tiene la misma fuerza y energía. Hay que pensar, analizar y discutir la separación, porque estás haciendo daño y las heridas sangrantes comienzan a crecer.
Siempre te voy a respetar y jamás hablaré mal de ti, sobre todo por lo que hiciste en el pasado, donde fuiste quien nos devolvió las ganas de creer en un futuro distinto. Nos rescataste desde las brasas que ya nos consumían, a punta de trabajo responsable y quitado de bulla, pero la realidad de hoy es otra.
El proceso es doloroso, sin embargo, va en el cauce de un bien mayor que determina nuestra existencia. Ya no nos miramos como antes, las palabras son duras y definitivas, incluso por momentos perdemos la compostura y escapamos hasta la crítica injustificada. Quizás el error es nuestro, porque exigimos más de lo que todos sabemos puedes dar, pero aquello no debe ser obstáculo para buscar y encontrar mejores alternativas, que nos traigan de regreso las sonrisas y los abrazos.
La monotonía es ahora nuestra fiel compañera y no somos capaces de encontrar rápidas respuestas y soluciones a los problemas, aun cuando tenemos las herramientas para hacerlo (jugadores de calidad). Detenido en el vértice de la observación, al parecer tus pupilos ya no te creen, o bien, hacen caso omiso a tus órdenes desde el borde de la cancha.
Siento que ya nos diste todo tu potencial y estaremos eternamente agradecidos, no obstante, la paciencia terminó y es casi una obligación indagar nuevos rumbos. Ahora aboquémonos al partido frente a Curicó y despleguemos lo mejor de sí, pero la ruptura ya no tiene vuelta atrás y no habrá “remember”. Dalcio (técnico de O’Higgins), “no eres tú, soy yo”.