Quizás nunca más en la vida seamos campeones del fútbol chileno. Es muy probable que esa azaña, como la de Crovetto en Paris, sea solo fruto del esfuerzo individual y perserverante en el tiempo, mas no, fruto de una política institucional
Estoy casi seguro que nuestra historia seguirá construyéndose con tristezas y sufrimientos, porque así es O’Higgins, un equipo forjado por mineros e intelectuales que unieron fuerzas para armar un club que relaciona y edifica la ciudad histórica.
Pero lo que no podemos aceptar, es el desgano de una oncena onerosa, desgastada por voluntades inocuas que destruyen la ilusión y contaminan el presente. Si se trata de partidos agríos e inocentes, repitan del fin de semana, donde el letargo invitaba a Reñaca, y no a puntos que te acerquen a una copa esquiva.
Hay errores de escuela fútbol impresentables, de niños corriendo inocentemente tras una pelota, pero no de profesionales que reciben un honorario a cambio. Aquí todos son responsables, sin embargo, nadie asume. El punto en la tabla, es solo el reflejo de la mezquinadad en que se transformó la «Celeste».
Con menos compromiso y responsablidad, O’Higgins es el símil de las empresas eléctricas en Chile. No responden a tiempo, son burócratas en el juego, te cobran lo que quieren, les cuesta llegar al objetivo y raya para la suma, dejan descontento a sus fieles contribuyentes.
Rodar y rodar, una vez más. Antes de irse de este mundo, Gustavo Cerati escribió en sus libretas doradas, Beatiful, canción que habla del «mereces lo que sueñas». Y esa frase anhelada y quimérica, solo se apega a la guapa mujer de pelo liso y brillante, malas pulgas, que tanto adoró.
Hoy esta oncena, ni por TNT dan ganas de verla.