Las certezas del buen inicio se van diluyendo y las dudas acechan al cuerpo técnico. No ha sido fácil el recorrido, a pesar, del buen comienzo que llenó de entusiasmo a la fanaticada
Transcurridas las fechas, las aún pocas fechas, el equipo sufre un desgaste irreconocible, poco usual en este nivel del profesionalismo.
Desde la lejanía de los micrófonos o sentado en la gradería, se aprecia casi con seguridad absoluta, nula cohesión grupal y no hablo de compañerismo entre pares, sino más bien, de un barco sin timón, de un batallón sin general o de un equipo de fútbol sin técnico.
El desorden va desde la charla previa, hasta las declaraciones posteriores, donde algunos jugadores referentes, dejan al descubierto ciertas grietas menores, pero no poco profundas, en las entrañas mismas del plantel.
Se siente en el ambiente, ese tufillo amargo del disgusto que se traspasa al campo de juego y tiñe de malas vibras a todos los componentes. ¿Alguien puede certificar con hechos que la felicidad inunda a los «celestes»?. En este punto solo aprecio angustia, temor y a veces, desgano.
No es posible que sin llegar a la mitad del torneo, muchos sientan que el proceso De Muner, hayan sido como 5 minutos, pero debajo del agua. Fue tan efímera la alegría que no dio nisiquiera para un brindis el fin de semana.
Mi abuelita decía que «no hay mal que por bien venga», he ahí la sabiduría octogenaria, que de un momento redirige los pasos y enmienda el rumbo.