En mayo de 2018, la noticia del suicidio de una joven de 16 años en un lugar céntrico de Santiago conmocionó a todo el país
Los días previos a este hecho, la joven Katty Winter había sido víctima de un cruel acoso cibernético por parte de sus pares, la mayoría miembros de su comunidad escolar. Sus padres, Leli y Emanuel, decidieron canalizar el dolor que les dejó la partida de su hija para emprender un movimiento de sensibilización acerca de las causas y consecuencias del ciberacoso en la salud mental de los adolescentes, a través de la Fundación Summer.
Pero la Región no está ajena a este tema, ya que según la 9° Encuesta Nacional de la Juventud realizada por INJUV en el 2018, el 25% de los jóvenes de O’Higgins ha sido víctima de Cyberbullying, mientras que un 8,5% confesó haber realizado este tipo de ciberacoso. Otro dato que nos entregó este estudio fue que el rango etario donde más se da esta situación es en el de las y los jóvenes de la región que tienen entre 15 y 19 años.
Es por esto que, durante los últimos tres años, como INJUV O’Higgins nos hemos enfocado en ejecutar acciones que nos permitan prevenir el ciberacoso, informar sobre sus consecuencias y mejorar la Salud Mental de las y los jóvenes de nuestra Región. Junto a la Fundación Summer y también a través de la Fundación Alas de Águila y su proyecto financiado por el Gobierno Regional, hemos desarrollado diferentes charlas y talleres, principalmente dirigidos a las comunidades escolares.
Este 2022, vuelve a ser un año especial para nuestras juventudes, principalmente para aquellas que se encuentran en etapa escolar, ya que vuelven a la presencialidad total en sus comunidades educativas, luego de dos años de sobreexposición a las pantallas, lo que incrementó el riesgo de ciberacoso.
Ante esto, y aprovechando que el pasado lunes 14 de marzo fue el Día Contra el Ciberacoso es que hacemos un llamado, porque para que una estrategia de prevención de ciberacoso pueda funcionar es necesario contar con una cultura de colaboración, que involucre a los padres, madres, apoderados, comunidad escolar y también a las autoridades e instituciones del Estado. De esta forma poder influenciar en políticas públicas concretas que nos muestren la transversalidad de este mal, el grave problema de salud mental que a traviesan nuestros jóvenes y buscar soluciones innovadoras que nos permitan cambiar una cultura que, hasta ahora, normaliza este tipo de violencia.