A algunos les da lo mismo perder en casa o no sumar de a tres. Basan su posición en la buena campaña del equipo o en la pretérita temporada pasada, que elevó el nivel para salvar la categoría
Sin embargo, a otros, como yo, nos duele la guata caer sin pena ni gloria en casa y seguimos sumidos en esta sequía que solo habla de un par de triunfos escasos en la era Dalcio.
Ahora bien, seamos sinceros, la falta de finiquito es un problema insoluble, que se transforma en un dolor de cabeza horrible, ni el ketorolaco de mayor poder, es capaz de aliviar, pues, en Rancagua la visita siempre es local.
Este nefasto marcador, que roza la vergüenza, no da pie para incendiar la casa ni mucho menos pero sí activa las alarmas de un elenco sólido que mostró su peor cara, en una noche fría que dejó gélidos y perplejos a todos los hinchas celestes.
En tiempos de pandemia la resilencia es objeto de culto y es allí donde encontrar refugio para esta piedra en el zapato, que no solo molesta, sino también, derrumba ilusiones y destruye opciones.
Es deber de la cabeza técnica encontrar respuestas y soluciones, porque en casa propia manda el jefe de la tribu y hasta el momento, son los invitados los que llevan la batuta. La goleada quedará en la historia pero está en los rancagüinos poder modificarla.
¡Aguante Batalla, un mal partido todos lo tienen!