Me dirán que estoy loco y no me importa, porque muchas veces me lo dijeron. Dirán que hay cosas más importantes en la vida y tienen razón, porque mis hijos sí lo son. Dirán que la vida no es fútbol, pero para mí O’Higgins es una pasión
Sangre “Celeste” corre por mis venas. No imagino una existencia sin verte correr, porque nací precario y crecí hasta llegar a lo más alto, pero nunca me olvidé de esta amor sincero, implacable, terrible e irresponsable.
Verte sufrir, duele, sin embargo, verte feliz, me abre el cielo. Solo aquí soy feliz por un momento.
Egoísmo heredado pero supremo. Cuando nadie cree en el futuro, allí estás para sostenernos. No somos muchos pero siempre fraternos, unidos en la gloria y también en la memoria de aquellos que ya partieron.
Estamos juntos y abrazados en corazones rancagüinos, muchas veces ninguneados por ellos, los más grandes que sus arbitrariedades nos impusieron. Fue hermoso verte sonreír porque no acostumbramos alegrías, mas, siempre lloramos derrotas de último minuto.
Atrás la “mufa” del Teniente, aunque no seamos propietarios siempre nos cobija y jamás está ausente. Transitamos de la ilusión a la concreción y allí está la clave del éxito conseguido. Eres sin duda, lo mejor y más bendito que me pasó este año maldito. Eres bálsamo que me enseña un nuevo y mejor camino.
Eres el aliciente para seguir y no descansar. Eres la luz que alumbra el túnel de Ernesto Sábato. Te transformaste en el motor de una máquina vieja y oxidada, que por errores propios ya estaba olvidada.
O’Higgins, vamos a pasos Libertadores lejanos pero conocidos. Nadie puede decir que nos regalaron esta posibilidad, pero si hay que estar, hemos de competir todas las instancias con lealtad.
Somos de región y nadie nos levantará en la prensa nacional, pero que nos importa si somos el único y gran “Capo de Provincia” de verdad.






