Aunque estamos a pocos días de iniciar el verano, los virus respiratorios típicamente asociados al invierno no han cedido terreno, permanecen, como esos invitados que no se van nunca
Según datos recientes del Instituto de Salud Pública de Chile, de 3.829 muestras estudiadas por los centros centinela, el 52% arrojó un resultado positivo para al menos un virus respiratorio.
Entre los virus circulantes, la influenza A fue el más frecuente, representando un 35,2% de los casos positivos; le siguen el rinovirus con 26,1% y el parainfluenza con 12,3%. Los grupos de edad más afectados son niños y adolescentes de entre 5 y 14 años (para Influenza A) y, en el caso del rinovirus, los menores entre 1 a 4 años.
Desde la perspectiva microbiológica cabe recordar que los virus respiratorios aprovechan tres factores convergentes: una inmunidad que puede estar declinando (por ejemplo, haberse vacunado tempranamente o tener una cobertura incompleta), una mayor interacción social al salir del encierro invernal y la mezcla de distintos virus en circulación simultánea, lo que aumenta la transmisión.
Este fenómeno plantea varias reflexiones: primero, la llegada de la primavera o verano ya no es garantía de baja circulación viral. Los patrones de estacionalidad se han visto alterados tras la pandemia de COVID‑19, lo que ha permitido que virus como la influenza se mantengan activos incluso fuera del invierno tradicional.
Y aunque, según los especialistas, los cuadros clínicos reportados hasta ahora no indican un aumento dramático de hospitalizaciones, el riesgo sigue siendo real, sobre todo para la población vulnerable: adultos mayores, personas con enfermedades crónicas y niños más pequeños.
Por ello, el llamado a la comunidad y a las autoridades es claro: no podemos bajar la guardia. Las medidas de autocuidado que funcionan en el invierno deben mantenerse a lo largo de todo el año. Es así de simple y algo a lo que nos tenemos que acostumbrar.
A este escenario cambiante se suma una nueva señal de alerta desde Europa y Norteamérica, donde recientemente se detectó la circulación del virus influenza H2N3. Si bien aún se encuentra bajo investigación y su riesgo inmediato para la población general es considerado bajo, su aparición nos recuerda lo dinámico que es el mundo de los virus respiratorios y cómo nuevas variantes o subtipos pueden emerger cuando menos lo esperamos, incluso en primavera. Es decir, mientras lidiamos con los virus que ya conocemos, otros comienzan a asomarse, ampliando un panorama sanitario que exige vigilancia constante y medidas que ya conocemos.
Lavado frecuente de manos, especialmente después de contacto con superficies o tras toser/estornudar; el uso de la mascarilla si hay síntomas respiratorios; ventilar los espacios cerrados y evitar aglomeraciones innecesarias; cubrirse la nariz y la boca con el antebrazo al toser o estornudar, y evitar salir si se presentan malestares respiratorios indicativos de enfermedad.
Y, por supuesto, vacunarse contra la influenza si aún no lo ha hecho o si su periodo de inmunización caducó.
En resumen: vivimos un escenario en que los virus “invernales” ahora se reinventan en primavera y verano. La ciencia no miente: la prevención individual suma a la salud colectiva. Mantener hábitos simples de autocuidado no es por “buena educación”, es una barrera real que frena la circulación viral y protege a los más vulnerables. La disciplina sanitaria es más que una recomendación: es una responsabilidad compartida.






