Tras años de importar la mayor parte de su crudo por vía marítima, a través de tanqueros y desde mercados lejanos, la Empresa Nacional del Petróleo (ENAP) ha sellado un acuerdo que marca un punto de inflexión
La firma del contrato de suministro de crudo con petroleras argentinas por US$12 mil millones hasta 2033 no es un contrato más: es un cambio de paradigma. Asegurando el 35% de la demanda de crudo nacional, el pacto se sustenta en la reactivación del Oleoducto Trasandino (Otasa), inactivo por 17 años, para traer crudo de Vaca Muerta.
La magnitud y el impacto
En términos de flujo, el valor anual de este suministro (cercano a los US$1.500 millones) equivale aproximadamente al 15% de la producción anual de Minera Escondida (la faena de cobre más grande del mundo) por cada año de vigencia del contrato, dimensionando su magnitud estratégica.
La creación de empleo se concentra en la logística: se estima que la fase de rehabilitación del ducto y la adecuación del terminal en Hualpén (Región del Bío Bío) ha generado alrededor de 300 empleos temporales en construcción y metalurgia, por ejemplo, con la construcción de estanques acumuladores. La operación y mantenimiento permanentes del ducto y el terminal consolidarán entre 50 a 80 empleos directos y especializados. El proyecto asociado a las adecuaciones de la Refinería Bío Bío se encuentra en fase de cumplimiento de las exigencias ambientales sectoriales.
Oportunidades y riesgos
Este pacto abre oportunidades que van más allá del suministro. Chile se posiciona estratégicamente como la plataforma logística del Pacífico para Vaca Muerta, permitiendo a ENAP operar como un hub de trading que mezcla el crudo argentino de bajo azufre con crudo chileno para exportarlo a Asia.
No obstante, los riesgos son palpables. La historia nos recuerda el incumplimiento de Argentina con los contratos de suministro de gas a partir de 2004, lo que exige mecanismos de protección estrictos en el nuevo acuerdo. Además, la presión por asegurar este suministro se aceleró por la Guerra en Ucrania y las sanciones a Rusia. El fin de estos conflictos o una eventual reapertura del suministro petrolero de Venezuela podrían alterar el mercado global y, potencialmente, la prima de riesgo de este flujo.
La estabilidad energética lograda y el salto que da Chile para convertirse en un trader del Pacífico confirman el enorme valor estratégico de este acuerdo. La visión y gestión de ENAP son dignas de celebración, pues no solo resuelven una dependencia histórica, sino que posicionan al país en el tablero energético regional. La clave ahora es capitalizar esta ventaja con pragmatismo inteligente: mantener la diversificación de fuentes y exigir garantías contractuales robustas es la hoja de ruta que asegurará el flujo de Vaca Muerta, consolidando al Oleoducto Trasandino como un motor de prosperidad permanente.






