Cada 31 de octubre, las calles se llenan de risas, disfraces y bolsas de dulces. Los niños recorren los barrios preguntando ¿dulce o travesura? y los adultos observan, muchas veces sin detenerse a pensar qué celebramos realmente
Esta fecha, importada desde el norte, ha ido desplazando el verdadero sentido que tenía: recordar a quienes nos precedieron, agradecer su paso por nuestras vidas y mantener viva su enseñanza.
No se trata de negar la alegría, sino de devolverle profundidad. Detrás de cada niño disfrazado hay una oportunidad educativa, una posibilidad de conversación que las familias no deberíamos dejar pasar. Porque educar también es enseñar a recordar. Y recordar no es nostalgia: es gratitud.
El 31 de octubre es, en su origen, la víspera de Todos los Santos. Un día para encender una vela, mirar una fotografía, pronunciar un nombre querido y reconocer que seguimos siendo lo que somos gracias a los que nos formaron. Sin embargo, en Chile hemos ido perdiendo esa costumbre. La prisa y el consumo han reemplazado el diálogo familiar. La memoria se ha vuelto una invitada silenciosa en nuestros hogares.
México nos da una gran lección con su Día de Muertos: una fiesta que celebra la vida a través del recuerdo, llena de color, música y comunidad. La UNESCO (2008) la reconoció como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad precisamente porque “fortalece los lazos familiares y mantiene viva la transmisión intergeneracional de valores”. En esa celebración hay alegría, no miedo; hay memoria, no olvido.
En Chile podríamos hacer algo similar. Este viernes 31 de octubre, en lugar de solo entregar dulces, invitemos a nuestros hijos a conversar. Preguntémosles si recuerdan a su abuela, a su tío, a ese amigo de la familia que partió. Compartamos sus historias, sus enseñanzas, sus gestos. La UNESCO (2023) nos recuerda que educar es también “construir sentido de comunidad y pertenencia”. Esa conversación familiar puede ser el mejor regalo que demos esta noche.
El Ministerio de Educación (2022), en su Marco para la Buena Convivencia Escolar, enfatiza que el aprendizaje ético y emocional debe comenzar en el hogar, fortaleciendo la empatía, el respeto y la memoria. Y la OEI (2021) ha insistido en que la educación iberoamericana debe recuperar el valor del vínculo humano como base del aprendizaje. Este 31 de octubre, esa tarea también puede ser nuestra: enseñar a nuestros hijos a recordar con amor y alegría.
Que esta noche, junto a los dulces y las risas, haya también una vela encendida y una conversación sincera. Que los niños aprendan que no todo lo que vale se compra, y que el verdadero tesoro está en quienes nos amaron y enseñaron antes de partir.
Porque los dulces se acaban, pero las historias perduran. Y cada vez que recordamos a quienes ya no están, el alma de Chile se vuelve un poco más
Por Juan Pablo Catalán, académico e investigador de Educación UNAB.






