
Enseñar no es solo transmitir conocimientos. Es acompañar, escuchar y usar el lenguaje como un puente. Una palabra puede cambiar el rumbo de un estudiante: “tú puedes”, “no te rindas”, “eres valioso”. Frases simples que dejan huellas que perduran mucho más allá del aula
En tiempos donde parece que el mundo gira más rápido de lo que podríamos haber previsto y en que nadie tiene tiempo para otros, el poder de una buena palabra sigue siendo insustituible. Cada clase es una oportunidad para conectar desde lo humano: la voz, el gesto y la escucha empática.
Desde la fonoaudiología sabemos que el lenguaje no solo expresa ideas, sino que construye vínculos, emociones y aprendizajes. La forma en que un profesor dice algo – su tono, su ritmo, su mirada- puede abrir o cerrar puertas al conocimiento. Cuidar el tono y la forma es cuidar también el acto de enseñar, haciendo del aula un lugar seguro para crecer.
Los jóvenes reconocen enseguida la autenticidad. No buscan discursos perfectos, sino docentes que se interesen genuinamente en ellos, que los miren, los comprendan y los animen a ser mejores. Una buena palabra en el momento justo puede dar un giro a la situación, hoy en día incluso salvar una vida.
Celebrar el Día del Profesor es celebrar a quienes enseñan con pasión y con el lenguaje. Porque las palabras no solo enseñan a leer o escribir: enseñan a creer en uno mismo. Y ese, quizás, es el aprendizaje más importante de todos.