
La cerveza ha acompañado a diversas culturas desde hace milenios. Sus orígenes se remontan al 4000 a.C., y su composición ha variado con el tiempo, incorporando cebada, dátiles, miel y canela en distintas etapas
En Chile, su presencia se consolidó con la llegada de inmigrantes europeos, especialmente alemanes y británicos, que introdujeron nuevas formas de producción y consumo.
Entre 2005 y 2023, el consumo de cerveza en el país pasó de 30 a 57 litros per cápita, con un máximo de casi 65 litros registrado en 2021, durante el periodo de pandemia. Según datos de la Asociación de Productores de Cervezas de Chile (ACECHI), el aumento acumulado en esos 18 años fue de 88,7% y los niveles de producción dan cuenta de 9,66 millones de hectolitros anuales (en 2023). Factores como su graduación alcohólica moderada, su aporte calórico relativamente bajo y la diversificación del mercado han incidido en esta tendencia.
Uno de los fenómenos que ha acompañado este crecimiento es el auge de la cerveza artesanal. Aunque su volumen de producción es limitado aún, se elabora con técnicas tradicionales y materias primas seleccionadas. Algunos productores han incorporado ingredientes locales como maqui, arándano, chocolate o miel, buscando distinguirse a través del sabor.
El Día Internacional de la Cerveza, celebrado el primer viernes de agosto, surgió en Estados Unidos en 2007 y ha sido adoptado en distintos países, incluido Chile, como una instancia para destacar la cultura cervecera desde una perspectiva global y local.
Desde el punto de vista nutricional, la cerveza aporta en promedio 45 kcal por cada 100 ml. Contiene carbohidratos, proteínas, vitaminas del grupo B y minerales como potasio, fósforo y magnesio, con un contenido bajo de sodio. No obstante, no posee propiedades probióticas, ya que su proceso de fermentación y los ingredientes utilizados no permiten la presencia de microorganismos vivos beneficiosos, a diferencia de alimentos como el yogur o el kéfir.
La clasificación técnica distingue cervezas de fermentación alta, como las «ales», con presencia de compuestos que generan perfiles frutales o florales, y cervezas de fermentación baja, entre las que se encuentran estilos como «lager», «bock» y «pilsener».
Algunos estudios señalan que ciertos componentes del lúpulo, en particular los polifenoles, podrían tener efectos antioxidantes y estar relacionados con la salud cardiovascular, ósea o con mecanismos de defensa celular. Sin embargo, estas observaciones deben considerarse con cautela. La cerveza es una bebida alcohólica y, como tal, su consumo requiere moderación. Los efectos adversos del exceso —como deshidratación, daño hepático o aumento de peso— están bien documentados.
La expansión del consumo de cerveza en Chile da cuenta cambios en las preferencias alimentarias, en el mercado de bebidas alcohólicas y en los hábitos sociales. La discusión sobre sus efectos, beneficios y riesgos debe mantenerse en un plano informado, que considere tanto los aspectos culturales como los científicos.