
El pasado sábado, una imagen compartida por el equipo del canil municipal Rancaguau conmovió profundamente a la comunidad: Margarita, una perrita que no había sido elegida en una jornada de adopción, regresaba cabizbaja a su canil
Sus ojos reflejaban una profunda tristeza, esa que sólo se comprende al ver cómo, una vez más, todos se iban… y ella se quedaba.
Fue un momento que simbolizó la desesperanza que viven muchos animales en situación de abandono. Sin embargo, a veces la vida sorprende con segundas oportunidades.
Hoy, Margarita ya no duerme en un canil. Hoy tiene un hogar. Rodeada de cariño, juegos, alimento y palabras llenas de ternura, su mirada ha cambiado. Su cola se mueve con alegría y ya no está sola: ahora tiene una familia que la cuida y la acompaña.
Su historia es un testimonio de esperanza. Demuestra que el amor llega, que siempre existe la posibilidad de un nuevo comienzo, y que por cada mascota que espera tras las rejas, hay una persona dispuesta a abrirle su hogar y su corazón.
Este final feliz, que en realidad marca el inicio de una nueva etapa para Margarita, fue posible gracias al programa Mascota Viva Feliz y al compromiso diario del equipo del canil Rancaguau, quienes trabajan incansablemente para transformar la vida de cientos de animales.
Aún hay muchos más como Margarita esperando su oportunidad. Adoptar es un acto de amor que cambia vidas —la del animal y la de quien adopta.