A principios del siglo XX, en 1901, el pediatra George Frederic Still realizó investigaciones acerca de las dificultades de atención en los niños incluyendo el comportamiento hiperactivo e impulsivo
Desde entonces este cuadro clínico se ha constituido en una constante materia de estudio tanto por la medicina, la psicología y otras disciplinas. La combinación de síntomas relacionados con dificultades para mantener la atención, así como la hiperactividad y la impulsividad, complejizan este cuadro clínico siendo necesario que otros profesionales también trabajen con los pacientes que presentan el diagnóstico, por lo que los especialistas que se desempeñan en los ámbitos de la salud y la educación, entre otros, participan en los tratamientos, así nos señala la Dra. Miriam Pardo Fariña, académica de Escuela de Psicología, UNAB Sede Viña del Mar.
Por su parte, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), denomina a este cuadro como Trastorno por déficit de atención / hiperactividad (TDAH), el cual puede presentarse con predominio de falta de atención (inatención), con predominio hiperactivo e impulsivo, o con una presentación combinada.
Se subraya que, siendo una afección que se detecta en todas las edades, requiere de diagnóstico especializado.
Actualmente, el constructo referido a neurodiversidad permite implicar a las personas que presentan un funcionamiento cerebral diferente, por lo que los pacientes que han sido diagnosticados con TDAH, por ejemplo, se denominan neurodivergentes. Por su parte, el DSM-5 clasifica a esta afección dentro de los Trastornos del neurodesarrollo. En el caso de la niñez, este diagnóstico no resulta tan evidente al presentarse el llamado Trastorno negativista desafiante y Trastorno de conducta. Cuando el TDAH persiste en la vida adulta, se suele solapar por Trastornos de ansiedad, trastornos del estado de ánimo y trastornos por el uso de sustancias, siendo fundamental la evaluación neuropsicológica para realizar un diagnóstico efectivo. Cabe destacar que esta afección evidencia deterioro progresivo en las áreas social, académica y laboral/ocupacional.
El DSM-5 inicia describiendo al TDAH desde las fallas de atención consistentes (inatención), por lo que pasar por alto detalles trae como consecuencia un desempeño poco eficiente en el ámbito académico, puesto que el niño, niña o adolescente, no logra focalizarse, perdiendo precisión. Asimismo, el paciente parece no escuchar, es como si estuviera pensando en otros puntos, por lo que le resulta difícil seguir el hilo de una conversación distrayéndose de manera notable. Dado lo anterior, quien padece de esta inatención no sigue instrucciones y deja inconcluso lo que inicia. También el DSM-5 explica que el niño tiene problemas para organizar sus tareas y actividades, lo que le lleva a no cumplir con plazos estipulados. Seguir tareas o actividades que requieran de un esfuerzo mental sostenido no es grato para el paciente, por lo que evita realizar lo anterior produciéndose una desorganización que va en aumento.
Desde el punto de vista de la hiperactividad e impulsividad, aquello se logra captar observando inquietud constante en el niño, niña o adolescente. Corretea, se para, va y viene; sin embargo, en el caso de los adolescentes y adultos, el DSM-5 señala que pueden permanecer en el mismo lugar, aunque se observa inquietud. Además de la verborrea, también se detecta poca capacidad para escuchar, ya que el paciente responde de manera anticipada, completa las frases y no respeta turnos.
En el caso de los adultos, el panorama también es complejo al ponerse en juego los problemas de inatención, por lo que tienen conflictos tanto familiares como laborales al no prestar la atención necesaria a los detalles, perder objetos, así como tener dificultades para organizarse y planificarse. Se agrega a lo anterior la impulsividad cuando está presente, por lo que se empeora el pronóstico.
Comprendiendo, entonces, la complejidad del Trastorno por déficit de atención/hiperactividad como lo rotula el DSM-5, ¿cómo contribuir a mejorar la calidad de vida en este tipo de pacientes?
Es sabido que el establecimiento de rutinas precisas o acotadas favorecen el desempeño del paciente. También se recomienda una alimentación saludable y ejercicio físico, tópicos que pueden beneficiar a la concentración. Asimismo, se sabe que la medicación y algunas psicoterapias contribuyen de forma notable.
Desde el psicoanálisis, el síntoma del paciente está relacionado con la inhibición de la atención, lo que por medio del tratamiento se podrían desanudar conflictivas inconscientes para abordar el síntoma. Cabe preguntarnos, ¿quién padece de estos síntomas tan bien explicados por el DSM-5? Un niño, niña, adolescente y adulto, por medio de un acertado diagnóstico diferencial y especializado, es clasificado con este trastorno; aquello implica seleccionar el tratamiento adecuado, generalmente multimodal, ya que la intervención no debe quedar a cargo de un solo especialista debido a la complejidad que presenta este cuadro clínico.
Sin embargo, los seres humanos ¿somos una categoría diagnóstica? Siendo importante el diagnóstico, tanto los padres de un hijo o hija, así como el mismo paciente, no suelen estar de acuerdo con las etiquetas; inclusive, muchas veces los padres retardan llevar a su hijo al especialista para evitar tales “etiquetas”, aunque estén en conocimiento de que se puede ingresar al niño en el Programa de Integración Escolar (PIE), cuando es posible, en el cual le entregarán herramientas pedagógicas y lo evaluarán de manera diferencial. Tal falta de celeridad no es favorable, puesto que mientras más precoz es la detección, mejor es el pronóstico, pero no debemos quedarnos sólo con esto.
El psicoanálisis apunta a la subjetividad de quien padece el síntoma. De esta manera, puede haber muchas personas con Trastorno por déficit de atención/hiperactividad, pero en cada sujeto los síntomas que se configuran responden a la particularidad de quien lo sustenta. Sin perjuicio de las otras disciplinas, cuyas intervenciones son muy favorables, el psicoanálisis nos invita a preguntarnos, por ejemplo, ¿qué sucedió con los vínculos tempranos madre e hijo? De haber fallas en el establecimiento de estas relaciones tempranas, no es extraño que se detecte fragilidad en el narcisismo de quienes evidencian el Trastorno por déficit de atención/hiperactividad. Por otra parte, y desde otras miradas dentro del psicoanálisis, ¿qué es lo que no se logra enlazar que queda suelto, desde el punto de vista pulsional, repitiéndose en los síntomas que insisten?
Los síntomas de este trastorno clasificado por la medicina, ¿acaso no corresponden a un llamado al otro que queda desconcertado frente a la inatención, la hiperactividad y la impulsividad que no logran resolverse en la familia, en la escuela, en el trabajo?
Por lo tanto, siendo necesario tratar este trastorno con especialistas y con el apoyo de los padres y del colegio, es relevante preguntarse cómo cada paciente manifiesta tal sintomatología respondiendo a su propia historia y constitución de su subjetividad.