El día 20 de marzo se celebra el día Internacional de la Felicidad. Fecha propuesta por la ONU con el objetivo de promover la felicidad y el bienestar de los pueblos y ciudadanos de todo el mundo. Al respecto, la ONU expresa que “la felicidad es una meta humana fundamental”.
En este sentido, la felicidad se ha vuelto una idea cada vez más significativa y valiosa a nivel global, instalándose en espacios alejados de los tradicionales campos donde se ha estudiado (la psicología, la filosofía y las neurociencias) como pueden ser la economía, la sociología o la política, precisamente con el objetivo de promover acciones concretas sobre la sociedad en su conjunto. Los estados han ido reconociendo la necesidad de instalar políticas que posibiliten el logro de indicadores que favorezcan el bienestar físico, material, social y mental de sus ciudadanos, así nos indica Rodrigo Cornejo Portilla, director Carrera de Psicología, Universidad Andrés Bello – Sede Viña del Mar.
No obstante, la idea del “derecho” a la felicidad, muy extendida en los tiempos actuales y sobre la cual se asientan la mayoría de las encuestas e índices globales acerca de la felicidad, es una idea relativamente reciente, que nace progresivamente al alero de los movimientos de la modernidad. Por el contrario, para un griego como Aristóteles, la felicidad era más bien un estado anhelado y que debía cultivarse por medio de la “actividad virtuosa, según la razón”. De esta manera, el desarrollo de las diversas virtudes garantizaba una vida feliz. Esta concepción griega permite entender la felicidad más como un camino, un proceso de búsqueda, que como una compromiso asumido.
Es importante rescatar esta dimensión de la felicidad como el recorrido de un camino virtuoso y crítico, que poco a poco se ha ido desvaneciendo en provecho de un ideario materialista e individualista que nos demanda ser felices sin instarnos a realizar un trabajo reflexivo. Esto ha transformado paulatinamente la búsqueda de la felicidad en un verdadero imperativo: “sé feliz”, y con ello, se ha vuelto una exigencia, y peor aún, se internaliza como una autoexigencia acrítica sin considerar en la mayoría de los casos, las condiciones internas y externas sobre las cuales transita el individuo en su camino a la felicidad.
Entonces ¿cómo ser felices? Es necesario insistir en que la felicidad es un anhelo compartido por muchos y su obtención, un recorrido único y personal, pero no ajeno a las condiciones sociales e históricas en las que habitamos. Dichas condiciones, definen en buena medida el modo en que podemos comprender y buscar una vida plena. Si bien no hay fórmulas universales, una serie de especialistas coinciden en algunos puntos que resultarían cruciales para tener una vida feliz en el contexto de las actuales sociedades contemporáneas: mantener y cultivar relaciones significativas, ya que los vínculos con otras personas son fundamentales para una vida feliz. Es importante alimentar relaciones saludables y significativas con amigos, familiares y seres queridos. Asimismo, generar estrategias de autocuidado. Resulta prioritario privilegiar nuestro bienestar físico, mental y emocional. Además, es primordial encontrar un propósito que dé sentido a nuestra vida. Reconocer nuestros valores y lo que realmente nos importa en la vida con el objetivo de buscar actividades y metas que se alineen con esos valores y que nos den un propósito vital.
En conclusión, mientras celebramos el Día Internacional de la Felicidad y reflexionamos sobre su significado en nuestras vidas, me parece importante insistir en que la verdadera felicidad reside en el camino que recorremos, en las relaciones que cultivamos y en la autenticidad con la que vivimos nuestras vidas.