El acto de aplicar cosméticos es un ritual diario que va más allá de la estética. Para muchos es un momento de autenticidad y autocuidado, una oportunidad para realzar la conexión con uno mismo y enfrentar el día con confianza
Es un medio para resaltar lo que nos hace únicos en un mundo que a menudo dicta estándares estéticos. Sin embargo, como en cualquier forma de expresión, la relación con los cosméticos varía de persona a persona. Mientras algunos ven el maquillaje como una forma de arte y autoexpresión, otros lo abrazan como una herramienta de ocultamiento o corrección.
Teniendo esto en cuenta es fundamental considerar la industria cosmética desde una perspectiva ética y sostenible. La conciencia sobre la procedencia de los productos, la experimentación en animales y la huella ambiental se ha vuelto cada vez más importante en un mundo que busca la belleza con responsabilidad.
Desde el punto de vista del consumidor, además, es clave el uso informado y responsable, evitando la utilización de cosméticos no autorizados. Estos productos, que eluden los estándares de seguridad y regulación, representan un riesgo significativo para la salud y la integridad de las personas.
El atractivo de los cosméticos no autorizados a menudo radica en su disponibilidad a bajo costo y en la promesa de resultados instantáneos, sin embargo, existen riesgos que van desde la irritación cutánea hasta consecuencias más graves, como reacciones alérgicas y daños permanentes. Estos productos no autorizados plantean una seria amenaza para la salud.
La falta de regulación permite que estos cosméticos ingresen al mercado o sean producidos y vendidos por redes sociales, sin la supervisión necesaria, con ingredientes potencialmente dañinos y en concentraciones que pueden poner en peligro la salud del consumidor. Sustancias como el plomo, el mercurio y otros productos químicos tóxicos han sido encontrados en productos no autorizados, causando estragos en la piel, los ojos e incluso afectando a órganos internos, tanto en adultos como en adolescentes que cada vez consumen de mayor manera este tipo de productos, sin información previa.
Las redes de distribución ilegal, en muchos casos, operan sin escrúpulos, vendiendo productos falsificados o adulterados que imitan a las marcas legítimas. Esto no solo constituye un fraude para los consumidores, sino que también representa un riesgo adicional al desconocer por completo los ingredientes utilizados y las condiciones de fabricación.
Es fundamental que los consumidores estén alerta y conscientes de los riesgos asociados con el uso de cosméticos no autorizados. La búsqueda de gangas en el mundo de la belleza puede convertirse en una trampa peligrosa si no se verifica la autenticidad y origen de los productos adquiridos, por ejemplo, en el caso de nuestro país, que sean autorizados por el Instituto de Salud Pública.
En definitiva, optar por marcas reconocidas y adquirir aquellos provenientes de fuentes confiables son pasos esenciales para garantizar la seguridad y bienestar personal, no solo a nivel físico, sino también en términos de salud mental.