El documental «La Memoria Infinita» de Maite Alberdi nos introduce en la vida del periodista Augusto Góngora y su relación con la exministra y actriz Paulina Urrutia, desde que a él le diagnosticaron la enfermedad de Alzheimer, y ella se convirtió en su incansable cuidadora
Esta conmovedora historia nos lleva a reflexionar sobre el acto de cuidar y sus consecuencias. En muchas oportunidades, cuidar de otro se transforma en una sobrecarga, que impide encontrar zonas o espacios de autocuidado y bienestar, así lo señala, Paulina Varas Garcés, Directora Diplomado en Salud Mental y Bienestar de Personas con Discapacidad Intelectual de la Universidad Andrés Bello.
Diversas investigaciones señalan que el bienestar está ligado a la actitud, es decir, cómo interpretamos y actuamos frente a nuestras experiencias. Sin embargo, no debemos olvidar la necesidad de apoyo que requieren las familias que tienen un miembro dependiente y un sistema social que a su vez sostenga y de soporte.
Es importante destacar que, en su mayoría, quienes asumen el rol de cuidadores son mujeres. Madres que han dejado sus labores fuera de casa, para dedicar su vida a otra persona, que dada su dependencia requiere de compañía, apoyo y cuidados. La responsabilidad de tener la vida de alguien en las manos implica una sobrecarga que incluso dificulta la posibilidad de la autocompasión y el autocuidado.
Es así, como la autoexigencia es un elemento que va marcando el actuar, el vivir, las decisiones que se van tomando y, por sobre todas las cosas, las renuncias, que incluso a lo largo del camino se olvidan.
Quienes cuidan van dejando atrás quienes son, para ir identificándose únicamente en ese actuar. Esto se agrava debido a redes de apoyo reducidas y la falta de oportunidades para delegar responsabilidades, lo que a su vez puede llevar a la soledad.
La salud y el bienestar de los cuidadores se ve tremendamente afectado, suelen aparecer dolencias físicas y emocionales, y desde allí es fundamental reflexionar cuánto es posible generar espacios de autocuidado que favorezcan la calidad de vida, tanto del cuidador como de la persona dependiente.
El autocuidado se relaciona con mirar y comprender las propias necesidades, y es probable, que quienes cuidan, sientan culpa tan solo con el hecho de pensar en visibilizar sus propias necesidades. Es necesario tener pequeños espacios de satisfacción, cotidianos, diarios, sencillos: un momento de descanso, una canción favorita, una oración, un gesto con amabilidad.
Quienes cuidan tienen una tremenda capacidad de adaptación, de responder a situaciones difíciles y de improvisar; tolerancia para enfrentarse al dolor, la habilidad de sobrellevar múltiples responsabilidades a la vez y una profunda gratitud por los pequeños detalles.
Como sociedad, enfrentamos el desafío de tomar conciencia y acciones concretas para recuperar nuestro rol de “red”, ese tejido entramado que sostiene y amortigua. Ese papel, que quienes cuidan – y no – necesitan. Los seres humanos, somos seres interdependientes, es decir, dependemos recíprocamente, de manera puntual o permanente, es parte de nuestra naturaleza y aquello nos interpela a todos y todas.
Cuidar a otro es un acto de generosidad y amor, sin olvidar lo indispensable del autocuidado y bienestar. Reconozcamos y apoyemos a quienes dedican sus vidas al cuidado de otros. Juntos, podemos construir una sociedad más compasiva y solidaria, donde todos tengan la oportunidad de cuidar y ser cuidados.