Sin lugar a dudas, hoy el navegado es más dulce en El Quijote y el pan sabe más crujiente en la panadería Santa Cecilia
La cazuela humeante emerge del restaurant El Reencuentro y los comensales se frotan las manos, antes de zamparse un completo en La Reina Victoria.
El piso frío y húmedo del paseo Independencia, es testigo ocular de la alegría que otorga un triunfo y un paso excepcional a un cruce inusual, que, aunque sea regional, se recibe con los abrazos abiertos y el pecho inflado.
Porque hasta la final de las “bolitas” es bienvenida y valorada en Rancagua, pues, a lo largo del tiempo, nos hemos caracterizado por las duras e históricas derrotas, incluso aquella que perdió el Padre de la Patria, en nuestra plaza de Los Héroes.
Ganar en La Florida y con ese marco impetuoso de público “Celeste”, no es más que un premio al esfuerzo y al reconocimiento de muchos que siempre ahogan sus penas en tristes lágrimas grises, por los constantes desaires del plantel.
Frente al Audax Italiano, que venía de empatar ante el poderoso Newell’s Old Boys, en el mismísimo estadio Marcelo Bielsa, apareció un equipo calmo y pensante, que cuajó todas sus líneas en solo engranaje. No hubo mayores contratiempos para defender y cuando nació el espacio para atacar, lo hizo con dos jóvenes punzantes, que a punta de críticas se han ganado un puesto en el once titular.
Nadie podría ningunear que este salto de calidad, se ve reflejado en el campo de juego y que los últimos resultados, hacen invisibles los justos cuestionamientos del inicio, donde la debacle se venía venir bajo sensaciones confusas y prístinas.
La Copa Chile no está en nuestras vitrinas y de a poco empezamos a mirarla de rojo, a coquetearle como que no quiere la cosa y en una de esas, se convence de nuestro deseo para instalarse en la ciudad sin análisis de razón, solo con puro corazón.