Funcionaria del Hospital de Coinco que se recuperó de esta enfermedad, revela que la realización de un PAP en el mismo establecimiento fue clave para un diagnóstico y tratamiento oportuno
Si hay una enfermedad que puede cambiar tu vida, es el cáncer y para las mujeres en particular, el cervicouterino es una de las principales causas de muerte a nivel nacional, la mejor manera de combatirlo es por medio de la detección temprana, realizándose de manera periódica, la prueba del papanicolaou (PAP). Este es el caso de Ingrid Muñoz Sánchez, técnico paramédico del Hospital de Coinco por 30 años, quien luego de hacerse el examen y ser diagnosticada, debió pasar por un duro tratamiento para su sanación, hoy de vuelta en su trabajo nos cuenta cómo fue su batalla para ganarle a esta patología.
La funcionaria comienza su historia con la realización de un examen de rutina, relatando que “yo todos los años me hacía una eco transvaginal porque tenía un mioma y quería ver si había crecido y esa eco no me salió muy buena. Entonces la matrona del hospital de Coinco, Estefanía Améstica, me preguntó si me había hecho el PAP y yo le dije que no, y me dice ‘yo se lo voy a hacer’. Pasaron los días y se me olvidó que tenía que venir a buscarlo y encontré llamadas perdidas en mi teléfono de ella y yo no sabía para que me llamaba. Lo único que me dice es que traiga su eco, que era la que yo me había tomado y ahí, cuando llego donde ella, me contó”.
Fue en este momento en que la vida de Ingrid cambiaría para siempre, una vez confirmado el diagnóstico, ella afirma que “para mí, pasaron miles de cosas en mi cabeza, que me podía morir, porque no sabía en qué grado estaba. Me mandaron a comité oncológico (en la Fundación Arturo López Pérez) y me hice 6 quimioterapias, 25 radioterapias y 4 braquiterapias, eso fue todo seguido. Para mí los días lunes eran fatales porque yo me conectaba a una máquina por 4 horas y después que me conectaba a la máquina comía algo y volvía a la radioterapia y ahí estaba toda la tarde”.
Una de las etapas que marcó a la técnico paramédico, fue lo doloroso del tratamiento, explicando que “ya no era yo, salía de la quimio muy, muy cansada, de las radioterapias igual, yo quería llegar a mi casa a puro dormir. La radioterapia es como que a usted lo queman, es como cuando usted se queda dormido en la playa y no se hecha bloqueador, así es la sensación que uno siente”.
La funcionaria recuerda que “lo más bacán para mí fue cuando terminé mi tratamiento, porque ya no tenía vena donde me pincharan, a mí no me pusieron catéter porque eran seis quimios no más, como de diez para arriba a usted le ponen un catéter para conectarla, pero a mí no. Me pinchaban vez que yo iba, al final no tenía vena, no tenían donde pincharme, eso igual eso es doloroso”.
Si bien ya recibió el alta médica, está consciente de que debe continuar por un tiempo en observación, aclarando que “a mí el oncólogo, cuando me dio el alta, me dijo que yo me olvidara que había tenido cáncer, pero que sí no dejara mis controles botados, entonces yo le dije que no, que eso nunca. Yo soy súper responsable para eso y se puede, el cáncer es difícil, pero se puede”.
Uno de los aspectos que ella destaca, la ayudó a pasar por este difícil momento, fue el apoyo que recibió desde su entorno, enfatizando en que “no quería morirme, de hecho yo siempre le pedí a mi Dios no morirme, porque la mente es muy rápida y usted tiene que poner de su parte, o sea el apoyo de la familia, de los amigos, del trabajo, de todo eso, influye y mucho”.
Prevenir es la clave
Luego de esta experiencia, la integrante del Servicio de Urgencia del Hospital de Coinco, no duda en recomendar a todas las mujeres a “hacerse el PAP, porque prevenir es mejor que curar, yo digo que la prevención ante todo. Imagínese que yo me hubiera hecho el PAP antes, a lo mejor no hubiera tenido que pasar por todo el período que pasé, mi tumor a lo mejor hubiera sido muy chico y así como dice el doctor, yo tenía una lesión al cuello del útero, me habría operado y eso habría sido suficiente para mí. El cáncer avanza, el cáncer es muy silencioso y gracias a Dios tuve suerte, pero conocí gente allá en la FALP que iba sólo a cuidados paliativos y con cáncer de útero, igual que yo, pero que ya tenían metástasis y no tenían nada que hacer por ellos”.
Finalmente, Ingrid nos entrega un mensaje lleno de esperanza y optimismo, ese optimismo que le permitió superar esta difícil prueba testificando que “mañana cumplo 52 años, entonces estoy feliz porque igual, con la edad que tengo, quiero salir por la puerta ancha, quiero trabajar hasta el último día que me toque, espero que no me vuelva el cáncer y si me vuelve, yo tengo la misma actitud. Si me vuelve, yo voy a luchar igual o mejor”.