Lo que al inicio era un presagio, hoy es una realidad. O’Higgins estirará hasta el último segundo del torneo, el sufrimiento y la agonía
La salvación del descenso es lo único que marca la ruta del año 2021, que comenzó con la ilusión de siempre pero que termina con la aflicción que ya nos caracteriza.
A pesar de la amargura y nerviosismo que nos embarga, la fe se mantiene intacta. Los matemáticos amigos de los números indican que con los 37 puntos que actualmente ostenta la escuadra de Miguel Ramírez, la tarea de no bajar a la “B” estaría casi cumplida. Pero si frente a Antofagasta se suma una victoria en el epílogo capítulo, los abrazos de la impotencia contenida podrían ser aún más fraternos y sinceros.
Lo afirmo con convicción: O’Higgins todavía depende de O’Higgins, aunque la fecha póstuma aprecie el desenlace por televisión. Muchos ya iniciaron la ruta del feligrés temporal para implorar al santo de su devoción, otros se encomiendan al ser amado que partió en pandemia y los más noveles apuntan hacia del desenfado final de un plantel que se armó solo para participar y aquí están las consecuencias.
Quizás lo único certero, es asumir que en este momento de apremio todo suma y ni una súplica resta. Que los puntos se ganan en cancha y las batallas se pierden luchando con hidalguía ante el oponente que se presente. Que el fútbol se dirime por goles y no por demandas de secretarías desde un fino sillón acomodado.
Vamos por ese respiro de esperanza que nos deje, aunque sea injustamente, en la elite del profesionalismo chileno. Es tiempo de construir y aunar voluntades porque nadie quiere a la “Celeste” en los potreros de allá al frente.