Las finales no están hechas para disputarlas, sino para ganarlas. No importa la condición futbolística en que llegues, tampoco el estado anímico que te envuelva
Los partidos de esta clase y relevancia, se juegan con las pulsaciones al máximo, con los nervios de punta, atentos, concentrados y solidarios. Aquí no valen las excusas ni las campañas previas.
En los cotejos de vida o muerte deportiva, nacen los referentes del futuro y se sostienen los estandartes del presente. Es aquí el tiempo y lugar para demostrar la experiencia y el recorrido, para sacar desde la billetera añosa y famélica, las credenciales de «hombre grande» con sapiencia en el rubro.
Pero además en las finales, existe otro factor exógeno pero igualmente relevante: la presencia eufórica e incondicional de los hinchas y ellos, como siempre no fallaron. Canto a canto «pelearon» todos los segundos del cotejo y no defraudaron, tal como en cancha la oncena «Celeste».
Nadie dijo que sería fácil pero tampoco nos «escapemos con los tarros» pensando en eventuales participaciones internacionales y para eso repasemos lo importante:
1) Se ganó y los tres puntos al bolsillo.
2) Hay que escapar de la liguilla de promoción pisoteando a quien se ponga en frente.
3) Jugar en la B no está en el horizonte.
4) La fuerza del público no debe ni puede desfallecer.
¡Victoria trascendental!. Reecuentro emocionante entre profesionales y aficionados, que se regalaron sonrisas mutuas cuando la batalla ya había finalizado, porque unidos e intesos saldremos adelante.