O’Higgins fue, ante Unión La Calera, el alumno porro que no estudió y ni siquiera «calentó» la materia para enfrentar los vaivenes de una prueba dura, «cabezona», repleta de obstáculos difíciles de sortear, sobre todo cuando ni pusiste atención en clases pero que transcurridos lo días y recibida la notificación, logró un 7 como máxima puntuación
El partido fue adverso y solo por minutos favorable al local, que nunca pudo desenredar el puzzle bien cohesionado del equipo liderado por Jorge Valdivia, volante aún presente, vigente y virtuoso del fútbol chileno cuyos movimientos atildados y trabajados, desgarraron por instantes la férrea defensa «Celeste».
A nadie podía sorprender una justa derrota después de varios meses invicto. La noche se venía encima con todo, bajo un manto oscuro de rendimientos decrecientes como ambos volantes de contención rancagüinos, que durante la jornada solo observaron la espalda de sus rivales y terminaron siendo reemplazados.
Entre mascadas al sandwich y sorbos nerviosos a la birra helada, el cotejo continuaba en alza y entretenido pero siempre el forastero tenía el control de las acciones, hasta que apareció en escena una maniobra extraída del play station.
Larrondo, en el gol más insólito que he visto, logró hacer un triple caño a los defensas caleranos que a pesar del esfuerzo no lograron cerrar las piernas para impedir el paso del balón, que situó a O’Higgins en el liderato del torneo.
El peor partido, el mejor resultado final, inesperado pero concluyente y definitorio, que marcará el camino a seguir en un campo pedregoso.
No obstante, la victoria, son muchos los aspectos a corregir sobre todo la recuperación de la pelota y el diseño para derrumbar a un equipo superior que solo por impericia no se llevó los tres puntos a la Quinta Región.
Mérito y premio al esfuerzo del más débil, que en esta oportunidad se quedó con la alegría, los abrazos y las sonrisas de los hinchas que ven a su escuadra en la cima del campeonato, como hace años, muchos años no ocurría.