Cuando Aranacibia desbordó y lanzó el centro (como en sus mejores tiempos), con mi hijo Facundo empezamos a abrazarnos sin saber aún el resultado
Cabezazo seco y como indica la norma: hacia abajo y con pique en el suelo para impedir la atajada del arquero.
El grito eufórico e ilusionante que nos une a todos los “Celestes”, se escuchó en cada rincón, calle, avenida, población y condominio cuico de Rancagua. El intérprete fue Gotti, quien con su voz al extremo, soltó el estrés y ansiedad para llevar a sus compañeros y una ciudad entera, al éxtasis del triunfo y la alegría.
Pocas veces vi y recuerdo, una celebración tan repleta de sentimiento y amor por la camiseta. La expresión del goleador es el más fidedigno reflejo del momento álgido y apremiante que vivimos.
Es la expulsión de la rabia contenida, de un llanto sincero y de una ilusión que alumbra el camino. Este triunfo representa una convicción extraviada, un sueño para salir adelante y una proyección que alimenta el trabajo para enmendar la ruta.
No son solo tres puntos, es un victoria que rejuvenece la ubicación en la tabla de posiciones, es un respiro bajo el agua, una risa desbordante que incluso esperó al plantel en plena carretera.